El aroma de dos almas unidas se entremezclaban con la sinfonía de los latidos de sus corazones.
Fran, observaba dulcemente a Elen mientras le acariciaba el pelo, y ésta, con los ojos cerrados y la cabeza recostada en su pecho, se dejaba llevar por las sensaciones de su cuerpo estremecido.
Los dedos de Fran jugueteaban por la espalda de Elen, y su sedienta boca mordisqueaba los lóbulos de sus orejas, deslizándose, suavemente, por el cuello, por los pechos, por el vientre...