Todos los días, al pasar por aquel lugar, a Iris le parecía oir unos extraños silbidos que provenían desde lo alto, pero cuando miraba para arriba, allí a nadie veía, aunque la daba la impresión de que alguien se escondía tras aquel balcón con los cristales rotos.
A Iris, la resultaba misterioso imaginar quién habitaría en aquella casa tan extraña, así que para salir de dudas, estableció un plan, esa noche de luna llena, subiría con una escalera a ese balcón para indagar quién se escondía en aquel extraño lugar y así despejar su intriga.
Por lo que, una vez llegada la noche, y ya dentro de la casa a Iris la dió algo de miedo ese misterio lugar, y pudo observar que todo estaba muy oscuro y silencioso, que la casa estaba bastante vieja, que cuando ella caminaba el suelo de madera chirriaba, que había muebles muy antiguos llenos de polvo, que parecía nadie se encontraba, y pudo percatarse de que, en una antigua librería, resaltaba un libro en color rojo, con las páginas algo arrugadas, con olor a menta, dando la impresión de haber sido leído hace pocos minutos por alguien, y que dentro de él había una nota de color rosa que decía: "Te espero a las cinco en la Calle Paraíso. No me falles. Firmado: Alex -el Silbidos-".
Iris, cogió la nota y cerró el libro dejándolo en su sitio, ahora estaba más intrigada que antes, y pensó que para disipar su curiosidad tendría que acudir a esa cita para descubrir quién era ese tal Alex -el Silbidos- y qué es lo que quería de ella.
Más relatos jueveros sobre la imagen en el Blog literario de María José Moren
Quiero dar las gracias a Ester del Blog Autodidacta, quién me ha sorprendido por éste precioso regalo, colaborando voluntariamente, para escribir la continuación de la segunda parte de mi relato. Mil gracias Ester, por esta grata sorpresa, la verdad es que me ha encantado tu segunda parte del relato. Un besazo enorme.
Y fui: Decidió que quería ir, pero sobre las cuatro de la tarde sintió pánico, supuso que el mote lo había dejado a modo de pista pero no le aclaraba nada, pero y si la nota no era para ella, a lo mejor se adelantó y truncó una cita importante.
Pensó en regresar y dejar la nota donde la encontró, pero ya no había tiempo, lo mejor era acudir a la cita y dar una explicación a... no sabía con quién se iba a encontrar un nombre no lo es todo, un apodo no es casi nada.
Poco antes de las cinco salió decidida hacia la calle Paraíso. Le diría la verdad, que sentía haberse apropiado de una nota que no era para ella. Aceleró el paso nerviosa y dobló la última esquina, vio luces, policía, bomberos, ambulancias y todos los coches del mundo que usan sirena, la gente comentaba: no han podido hacer nada por él, el coche no lo vio, y él iba distraído silbando el puente sobre el río Kwai.
Se quedó allí quieta unos segundos y se marchó, ahora ya sabía que la nota era para ella. (No me he atrevido a desvelar su verdadera personalidad).