Hay una palabra escondida en tus labios
y un centinela custodiando tu corazón
una sonrisa nueva e inédita
las ganas consumiéndose
en el alfeizar de la razón.
Vienes vistiéndote de hechicera.
Vengo vistiéndome en el punto exacto
del vértice de tu encuentro,
despuntando al viento,
estrujando la palabra,
volteando las sílabas,
desde los labios de mi boca
hasta el cielo de tu madrugada.
Desnúdate, ¡desnúdate!
en la inmensidad de la voz
hundiéndote en la palabra
en el énfasis que les otorga el alma.
En secreto, habita los vientos
que traen el nuevo impulso
fecundando cada poro de tu piel
cada morir,
cada renacer
déjate vencer, quebrada de deseo
bajo el resplandor
de la promesa del amor.
Me desnuda la lluvia de tu voz,
la fuerza de tu garganta,
el grito que penetra mi piel,
perdiéndome en el campo esdrújulo
del jardín de tu boca,
a la deriva del temblor
yaciendo tumbada en el enigma,
hambrienta mordiendo tus besos
bajo el manto sagrado de mi desnudez.
Habito tu espacio
devorando tu plácida espera,
construyo caricias,
transitando por tu pecho
como nauta de palabras
que se sumerge a las profundidades
de ese purpura errante
donde se estanca tu sangre
en el estío de un rizo amor
fluyendo de los aljibes del alma.
Vencida en la cárcel de tu boca,
seducida con tu parábola,
hurtas el silencio de mi universo,
trastocando el vértigo del vicio tentado,
desequilibrando la brújula de mis intenciones.
Irisada hechicera
ígnea diva
del más profundo deseo
dame el verso
que borda tu labio
dame la palabra
tu palabra de poeta encantada.
Hembra ceñida
en la urgencia de la caricia,
voz mutilada en el beso furtivo,
mi boca en la tormenta
ha aniquilado la palabra.